Llenar un bol grande con tomates (dejar algo de espacio, la mezcla se hinchará un poco) y aplastarlos con las manos.
Cubrir con una tela y remover dos veces al día, sumergiendo las partes flotantes (si hay un poco de moho blanco, no pasa nada), durante 4 ó 5 días, hasta que la mezcla deje de burbujear.
Recoger las partes sólidas (que se habrán separado del agua y flotado en la superficie) y triturarlas con un molino (con pequeños agujeros) para eliminar las semillas y la piel.
Colocar la pulpa en un paño, cerrarlo como una bolsa con un cordel y colgarlo durante un día para que suelte el jugo. A continuación, colocar la bolsa (aún cerrada) entre dos tablas con un peso encima para extraer el agua restante durante unos días, sacando el agua cada día hasta que no salga más.
Colocar la masa en un bol y añadir un 25% de su peso en sal. Pasadas unas horas, vuelve a amasar la bola y ¡ya está lista!
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