Un tejido impregnado de agua de mar se coloca entre dos marcos sobre los que se han estirado lonas transparentes. Gracias al sol y a dos reflectores fabricados con una manta de supervivencia, el agua de la tela se evapora y se escurre sobre las lonas, mientras que la sal queda atrapada por la tela. El agua desalinizada fluye por los marcos y se recoge en un recipiente a través de dos tuberías. En la parte inferior de los marcos, la estanqueidad es esencial para el buen funcionamiento del desalinizador.
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